¿Alguna vez te has parado a escuchar el sonido de la lluvia a través de la ventana?
¿Te relaja?
No sé a ti pero a mí me encanta. Pararme un rato a escucharlo. A sentir cómo las gotas de agua impactan contra el suelo y salpican. Cientos de ellas. Miles cayendo sin cesar. El sonido de una se ve opacado por el sonido de la siguiente. Ese momento mágico siempre va acompañado de un agradable olor a suelo mojado. El ambiente se descongestiona y todo parece fluir con mayor armonía.
Amaoto
雨音
El sonido de la lluvia
Para unas personas, el sonido de la lluvia significa algo como lo que acabo de describir, y para otras, tan solo es un ruido de fondo al que apenas le prestan atención. Supongo que porque van muy ocupadas de un lado para otro.
No tienen tiempo para esas pequeñas cosas. Estamos muy centrados en producir y aprovechar cada minuto, que nos olvidamos de lo importante que puede ser en ocasiones simplemente perderlo. Dejar que se escurra de entre los dedos sin hacer nada para retenerlo. Únicamente dedicándonos en cuerpo y alma a algo tan banal como pararse unos minutos a escuchar el ruido de la lluvia. A discurrir un poco sobre lo que nos hace sentir y lo bonito que puede llegar a ser esa música de la naturaleza que surge de improviso y cuyo tiempo de duración desconocemos.
Esta reflexión, la escribo para todo aquel que quiera leerla, pero sobre todo, la escribo pensando en mí. ¿Por qué? Porque soy el primero que necesita escucharla cada poco tiempo si no quiere olvidarla y dejarse llevar por esta vida frenética que captura nuestra atención y no nos permite darnos un respiro.
Aprovechar el tiempo siempre ha sido uno de mis grandes propósitos en la vida. Sentir que cada minuto ha servido para una causa, me proporciona satisfacción. Sin embargo, esta voluntad que tantos beneficios puede traer a nuestra vida, se convierte en verdugo cuando no está en equilibrio y el monstruo de la productividad se apodera de nuestra alma. Esto me ha pasado a mí muchas veces y al final, la necesidad de sentirnos útiles en todo momento, se convierte en una fuente de desazón.
Amaoto me trae al presente. Me acuerdo de esta palabra cuando escucho la lluvia y me anima a parar un poco. A sentarme y dejar que unos minutos vuelen al aire sin nada más que hacer que estar allí, escuchando cada gota.
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